¡Hola hola mis lectores! He tardado en subir nueva entrada,
pues como ya sabéis, no quedan más que días para que termine el verano, y toca
disfrutar de los últimos momentos de libertad antes de volver a la rutina.
Dicho esto, os iba a traer la reseña de Trono de Cristal, pero ya estoy
devorando el segundo libro de la saga, de modo que no sé si esperar a leerla
toda y hacer reseña, o reseñar libro por libro. ¿Qué me recomendáis? ¿Qué os
gustaría más? Mientras me dejan sus opiniones, aquí tenéis otro pequeño relato,
que espero que también os guste. ¡Espero vuestras reacciones!
El aroma del amor propio
Aun huele a café por las mañanas, aunque hace ya tiempo que no
preparo uno, como acompañante a la bienvenida de un nuevo día. No desde que tú
ya no estás. Ese era de los mejores momentos que compartíamos, acurrucados
entre las sábanas mientras se filtraban por la ventana los primeros rayos de
sol. Una taza humeante entre nuestras manos, bajo el eco de nuestras voces y
sonrisas risueñas, dos cuerpos marcados por la huella del amor de la noche
anterior. En esos momentos, sólo éramos tú y yo. Tan reales, tan nosotros.
Cuando la felicidad se cruza en nuestro camino, casi parece
imposible pensar que pueda acabarse, que pueda escaparse como el agua entre los
dedos, sin poder atraparla de nuevo. Así fue como el amor se nos iba escapando,
se fue diluyendo, sin percatarnos siquiera de la necesidad de reavivar
nuevamente su fuego.
¿Cuándo fue? ¿Cómo sucede? ¿Por qué no pudimos darnos cuenta de
ello? Quizás, cuando empezamos a buscar caminos distintos, cuando no había
sendero que compartir, ni metas conjuntas que perseguir. Quizás, cuando me
olvidé de mí misma, de mis sueños, por perseguirte y alcanzar los tuyos.
Quizás, cuando descubrí que contigo era un todo o nada, pero mis planes no
entraban en ese mundo que habías pensado para los dos. Decayeron las miradas
cómplices, el intercambio de sonrisas. Ya no reconocíamos el mapa de nuestros
cuerpos, nuestras manos han olvidado el tacto del ser amado. Ya no hay charlas
ni risas durante el café, sólo el vacío que dejan las palabras no confesadas,
los miedos y secretos que no se atreven a salir a la luz.
Con el último rayo de sol, algo se enciende en mí, sólo queda
luchar por mí misma. Así que te invito a venir conmigo, a recorrer mi propio
sendero y volver a intentarlo… o dejarte ir. Entiendo que el amor será cosa de
dos, pero la felicidad depende de uno, cuando te veo partir y llevarte contigo
todo lo que pudo ser, y nunca será. Sin embargo, se queda conmigo lo que sí
podría ser y que sólo depende de mí: perseguir esos planes que dejé atrás, que
no quisiste compartir, que ahora tengo la libertad de conseguir.
Ya no huele a café por las mañanas, me llevó tiempo olvidar lo que, para mí, era el aroma del amor. Ahora, mi vida se ha llenado de otras esencias: los paisajes de aquellos viajes de libertad, buscándome a mí misma; el olor del mar esas tardes de verano en la playa, donde las olas se mezclaban con las voces de la amistad; el frescor de la lluvia y la tierra mojada, aquellos días en los que necesité purificar mi alma. Ya no huelo a café, sino a mi amor propio, retazos de otro tipo de felicidad que sólo yo podía buscar, y que tanto tiempo me llevó aprender a encontrarla.