Simplemente ella (Parte II)

19 agosto 2011

Tras aparcar, se adentraron en el centro comercial en busca del resto. El miedo de Paloma se hizo presente cuando los vio allí, deslumbrantes, esperándolos. Ellos, tan elegantes con aquella ropa tan cara y de ensueño. Ella, repitiendo siempre los mismos vaqueros porque no podía permitirse aquel lujo ni en sus mejores sueños.
Paloma se puso tensa, Ismael lo notó.
- No dejes que te afecte -le susurró.
Y con un intercambio de sonrisas se fueron a comprar las entradas. Una vez en el cine, la oscuridad de la sala la hizo sentirse cómoda y disfrutó de aquella película como una cría. Se propuso olvidar sus preocupaciones y decidió pasárselo bien. Pero sus amigos no veían sus aficiones como un pasatiempo y disfrutaban más visitando cada rincón de una tienda que dando un tranquilo paseo por ahí. Decidió aguantar, y tragar, y reprimir esas lágrimas que luchaban por desbordarse. Porque ellos no podían llegar a imaginarse lo mucho que dolía.
“Cuando lo tienes todo a tu alcance, ya no queda nada por lo que luchar, y ni los más perfectos caprichos te satisfacen” -pensó.
Unas horas más tarde, cuando su mundo terminaba de caerle encima, Ismael la sacó de allí. Una simple excusa y se alejaron en dirección a su lugar favorito: la playa. Paloma no podía más y con Ismael no tenía por qué esconderse. Dejó salir sus lágrimas.
- Mira que duele -murmuró.
- ¿Por qué no me avisaste? Nos habríamos ido antes.
- No lo sé Ismael, no lo sé.
- Han empeorado las cosas ¿verdad? -preguntó al entenderla.
- Mi padre sigue sin encontrar trabajo y mi madre... bueno, ya sabes lo mucho que trabaja por tan poco.
- Entiendo cómo te sientes -murmuró.
- No digas eso Ismael, tú no entiendes cómo me siento.
- Pero lo intento.
- Pues no lo hagas, por favor. Lo menos que necesito es dar lástima -le dijo en un tono borde.
- Tampoco es necesario que te pongas así -contestó Ismael, ofendido.
- … Lo siento, perdóname -dijo ella segundos después.
Y Paloma se lo contó todo luego. Otra vez. Las lágrimas recorrían sus cálidas mejillas mientras le contaba lo cansada que llegaba su madre de trabajar y ella, dejando un rato sus estudios, hacía todas las tareas del hogar en su ausencia, desde una simple cama hasta hacer la comida y poner lavadoras, para darle una sorpresa. Las manos le temblaban cuando le dijo los grandes esfuerzos que hacía cada mes para intentar comprarle una pieza de ropa que le gustara. Y se le quebró al voz cuando le confesó las conversaciones de sus padres en la noche, cuando ella le decía a él que no podían arrebatarle los sueños a su hija y lo darían todo por llevarla hasta la universidad.
Ismael, con los ojos rallados, no pudo hacer otra cosa sino abrazarla con ternura y rogarle que se calmara. Le susurró con cariño que contara con él para cualquier cosa y que siempre velaría por ella. Y sus palabras encendieron una pequeña llama en el corazón de Paloma, que sonrió al darse cuenta de la suerte que tenía de tenerlo.
- Tus padres deben estar muy orgullosos de ti -le dijo Ismael un rato después.
- ¿Por qué dices eso?
- Cualquiera desearía tener una hija con unas notas como las tuyas, que sabe organizarse incluso para tener tiempo de darle una sorpresa a su madre y dejarle la casa perfecta. Puede que no lo tengas todo pero eres feliz. ¿Sabes por qué? Porque el esfuerzo que realizas por conseguir tus propósitos te llena por dentro y hacen que haya valido la pena.



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1 comentario:

  1. ME ENCANTA!!
    He leído las dos partes y es verdaderamente precioso!!
    Besitos!! ^^

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